Roger jugó béisbol, practicó judo, pero desertó: después descubriría que su lugar estaba en el voleibol. Formó parte de la selección del estado Carabobo. Un día el director técnico de la Federación Venezolana de Voleibol lo vio en acción y se interesó en él. Yaya, su madre, no tenía dinero para respaldar la incipiente y prometedora carrera deportiva de su hijo. Pero no perdió la fe.
Aunque tenía problemas de visión, comenzó a pintar a temprana edad. Alí Zapata intentó estudiar biología y sociología en la Universidad de Oriente, pero su camino estaba en la pintura y la docencia. Lo supo luego de una suplencia a un profesor de dibujo técnico: durante casi tres décadas estuvo en las aulas. Cuando más tarde quedó prácticamente ciego, comenzó un recorrido de autoconocimiento.
Era una estudiante de 4to año de bachillerato cuando, maravillada ante un concierto de grandes dimensiones al que asistió en el Poliedro de Caracas, se dijo que quería ser productora. Desde entonces no ha parado: Ana María Díaz lleva 25 años siendo “la titiritera que mueve los hilos invisibles para que todo salga bien”.
Rossana Hernández creció cerca del mar, en Carúpano, bailando ballet, leyendo literatura y escuchando los consejos de su abuela. A los 16 años se instaló en Caracas para estudiar derecho, pero sabía que no ejercería esa carrera por mucho tiempo. Todo cambió cuando descubrió la magia del teatro. Actuar, dirigir y enseñar es su forma de estar en el mundo.
Las aulas no tienen que ser una burbuja. Que sus estudiantes sepan lo que les espera al graduarse es algo que siempre ha procurado Astrid Pérez Bastidas, cineasta y profesora de cine de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello. Los anima a convertirse en contadores de historias, aunque eso sea cuesta arriba en un país como Venezuela.
Claudia Salazar pensaba producir el musical Los miserables hacia el final de su carrera como productora de espectáculos en Venezuela. Sabía que ese montaje requería una estructura que no tenía. Pero un día, después de no pocos tropiezos, pensando en la finitud de la vida, se decidió a intentarlo.
Según un estudio de la Asociación Venezolana para la Educación Sexual Alternativa (Avesa), en 2019 se realizaron aproximadamente 15 abortos clandestinos por día en Venezuela. Ese mismo año, en un hospital del oriente de Venezuela, mientras cursaba la materia de ginecología y obstetricia, Jennifer Rodas aprendió más sobre el aborto que en el resto de la carrera de medicina.
Luego de que una bala perdida la alcanzara, Iraly Yanez quedó en silla de ruedas. Allí comenzó a enfrentarse a los obstáculos que depara vivir en un país que no ha adaptado su infraestructura para las personas con movilidad reducida; y pensó que la danza, eso que tanto le apasionaba, ya no era para ella. Pasó un tiempo para que se diera cuenta de que estaba equivocada.
Un médico llega a trabajar en un dispensario médico de un caserío del estado Trujillo en el que desde hacía mucho tiempo no prestaban atención médica. Un curandero, al que en la comunidad llamaban doctor, se interesa en conversar con él. La ciencia médica, lo mágico religioso y la fe se encuentran en esta historia.
Un día, Marlyn Puerta dejó de ser una aprendiz de Bioanálisis en un hospital de Caracas para convertirse en la familiar de una paciente con un derrame pleural. Tras muchos exámenes, los médicos no daban con un diagnóstico claro. Entonces perdió la fe.