Para María Eugenia Seijas su padre era una suerte de héroe: un hombre atlético, un corredor disciplinado, un lector voraz que podía con todo. Pero un día se enteraron de que tenía cáncer. Un cáncer que estaba siendo letal.
Soy caraqueña, caraquista, ucevista y humanista. Vivir sin El Ávila es algo que no quisiera intentar; a menos que el trueque sea por el azul de Margarita.