La ola de protestas en contra del régimen de Nicolás Maduro que se llevó a cabo en 2014 dejó 43 personas fallecidas. Una de ellas fue Geraldine Moreno, joven de 23 años a quien en medio de una manifestación le dispararon a quemarropa. Su madre, Rosa Orozco, sintió que se quedó sin aire. Y que solo volvió a respirar cuando perdonó a los asesinos. Desde entonces, es activista de la justicia, el encuentro y el perdón.
A petición del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello, la abogada Andrea Santacruz empezó a ayudar a jóvenes detenidos en las protestas en contra de Nicolás Maduro que iniciaron en febrero de 2014. A partir de entonces, comenzó a recorrer un camino que hasta ese momento le resultaba ajeno: el de los derechos humanos.
Hace nueve años, luego de extorsionarlos durante meses, unos policías mataron a uno de los hijos de Aracelis Sánchez y Euclides Farías en una ejecución extrajudicial en los Jardines del Valle. Poco después, en su búsqueda de justicia, nació la Organización de Familiares de Víctimas de Violación de Derechos Humanos (Orfavideh), que acompaña y da seguimiento legal a casos de ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada y tortura en Venezuela.
Un viernes de 2008, Katherine Martínez llegó al Hospital José Manuel de los Ríos, junto a un grupo de personas con las que solía hacer labores sociales, para darles regalos y ánimo a los niños que estaban internados en el principal pediátrico del país. En ese momento supo que tanto ellos como sus familias necesitaban […]
Creció caminando en las calles de Los Palos Grandes, una urbanización del este de Caracas que le parecía muy bonita. En algún momento, Katiuska Camargo se preguntó por qué San Blas, el barrio de Petare en el que vivía y en el que sigue viviendo su madre, no podía estar así de limpio. Muchos se opusieron, pero —con el lema: “El barrio también es ciudad”—, no descansó hasta erradicar los basureros de sus calles.
Cuando en septiembre de 2018 salió de la cárcel, donde pasó casi cuatro meses acusada de traición a la patria y rebelión militar, Lisbeth Añez, se sentía como un barco a la deriva. Uno de sus abogados, como entregándole una brújula para que retomara el camino, le habló de alguien a quien podía ayudar. Esta es la historia de la mujer a la que jóvenes que protestaban en contra de Nicolás Maduro bautizaron como Mamá Lis.
Pesaba 25 kilos menos. El bono navideño que le dieron en la Universidad de Carabobo, donde daba clases, apenas le alcanzaba para comprar cinco artículos en el supermercado. Era la Venezuela 2017. En medio de la escasez y la inflación desbordada, el poeta y profesor Néstor Mendoza sintió que debía irse del país lo más rápido posible. En este relato, que forma parte del libro 7 historias suramericanas, memorias de una diáspora, narra esos primeros momentos de su experiencia migratoria.
Luego de años con malestares, hospitalizaciones y pasos por el quirófano, Ricardo Ramírez Requena —escritor, profesor y librero— recibió un diagnóstico: tenía la enfermedad de Cröhn, condición que se caracteriza por la inflamación crónica del tracto digestivo. La noticia lo llevó a escribir, en solitario, un poemario sobre la muerte y un diario sobre la enfermedad. Pero no fue hasta la llegada de su hijo cuando pudo resignificar su condición de salud.
Cuando supo que su segundo hijo venía en camino, María Gabriela Chalbaud entendió que debía hacer algo para generar ingresos, porque su sueldo como profesora universitaria ya no le alcanzaba. Fue así que, junto a su amiga Yanet Calderón, decidieron darle rienda suelta a un emprendimiento muy particular: se convertirían en hijas suplentes de muchos venezolanos que, al migrar, dejaron a sus padres y abuelos solos.
Camino al colegio, Gabriel Moncada, de entonces 11 años, se sorprendió al ver a varias personas sacando restos de comida de un basurero para comérselos. Era la Venezuela de 2016. A partir de entonces, comenzó a hacerse consciente del país en crisis en el que vivía. Y a dibujarlo, desde su genuina mirada personal.