La resiliencia y la perseverancia parecen ser dos de los rasgos que más han sobresalido en los venezolanos a raíz de la crisis de los últimos años. Muchas son las dificultades que rompen el equilibrio en sus vidas y la estabilidad que lograron construir con trabajo y esfuerzo. También es cierto que ante cada dificultad encontramos soluciones surgidas de la propia ciudadanía, que son auténticas muestras de creatividad y constituyen verdaderas alternativas para atender coyunturas de las que el Estado ha dejado de ocuparse.
El de la educación ya era un sector en crisis cuando en marzo de 2020 llegó la pandemia de covid-19. El personal que trabaja en instituciones de todos los niveles había denunciado múltiples veces, junto a organizaciones no gubernamentales, los precarios sueldos de los profesores, la escasez de recursos en los planteles, el ausentismo de estudiantes y docentes —que se habían visto obligados a desempeñar cualquier actividad económica para subsistir— y la deficiencia de los servicios públicos.
Con el confinamiento, las clases presenciales fueron suspendidas, y la educación quedó en un limbo. La Encuesta de Condiciones de Vida 2021 arrojó que apenas 35 por ciento de los consultados contaba con recursos para mantener una educación a distancia. El Estado venezolano, como suele ser ya su costumbre, no ha publicado información que permita una comprensión profunda de esa realidad, ni siquiera ante las múltiples preguntas surgidas de sectores de la sociedad civil preocupados por la formación de las generaciones más jóvenes.
La organización no gubernamental Un estado de Derecho, desarrolló una investigación en la que analizó la realidad educativa en Petare, municipio Sucre del estado Miranda, en el año 2021, a partir de la información proporcionada por padres, representantes y docentes de esa zona. Su intención era conocer cómo las comunidades estaban ofreciendo soluciones, por sus propios medios, a los problemas y dificultades que están teniendo en materia educativa.
El estudio ofrece un panorama bastante completo de cómo se están educando los niños en uno de los barrios más densamente poblados de Latinoamérica. Específicamente puso el foco en un fenómeno que, aunque no es novedoso en Venezuela, se ha consolidado a raíz de la crisis de los últimos años: el de las “escuelitas”, “tareas dirigidas” o “centros pedagógicos alternativos”, como los denominan en la investigación.
De una muestra de 408 niños y adolescentes (entre 6 y 16 años, que estudian y residen en Petare), 42 por ciento acude a servicios educativos pagos de bajo costo (“tareas dirigidas” y “clases particulares”) para suplir las carencias de la formación que reciben en centros formales, muy a pesar de sus propias limitaciones económicas. De ese número, 64 por ciento está inscrito en instituciones públicas, lo que está en correspondencia con el nivel de insatisfacción de los padres con respecto a la formación que reciben sus hijos en los centros del Estado.
A partir de este hallazgo, los investigadores fueron a la búsqueda de docentes que prestan este tipo de servicios en distintas comunidades de Petare, y usaron métodos cualitativos y cuantitativos para acercarse a 62 de ellas, todas mujeres. El análisis de las encuestas respondidas por las maestras arrojó datos que son realmente reveladores. Como que el trabajo que desempeñan se basa en los programas de las escuelas oficiales (50 por cierto), lo que se traduce en que han asumido la función de enseñanza del Estado; que las docentes tienen un alto nivel de profesionalización (más del 81 por ciento son maestras); que hubo un incremento de 100 por ciento en el número de escuelitas durante la pandemia; y que las que ya funcionaban aumentaron 72 por ciento su matrícula.
Con respecto a las motivaciones que llevaron a las docentes a abrir estas escuelas, encontramos la sinergia de una necesidad satisfecha por la propia sociedad civil ante la demostrada incapacidad del Estado para garantizar el derecho a la educación. Las maestras señalan que lo han hecho como parte de su deber vocacional para responder a la crisis acentuada por la pandemia (34 por ciento), ante la demanda de padres y representantes (33 por ciento) y también por la necesidad de tener una fuente de ingresos (33 por ciento).
Semillas atendidas es una serie de La Vida de Nos que muestra, a través de tres historias, cómo la sociedad se organiza —y se preocupa— por la educación de los niños y adolescentes. Son tres miradas, tres focos: dos maestras que fundaron una escuelita para que los niños no permanezcan en la calle; una madre que pone todos sus esfuerzos para que sus hijos vayan a sus tareas dirigidas y en el futuro estudien en la universidad; y una niña cuyas inquietudes académicas han logrado encaminarse por las orientaciones de su maestra en uno de estos centros pedagógicos alternativos.
El árbol bello Petare, como titularon el informe de la investigación, hace un homenaje al libro El árbol bello (2009), publicado por el profesor inglés James Tooley, en el que cuenta su experiencia conociendo cómo las personas en los países más pobres de Asia y África se educaban a sí mismas. Estas Semillas atendidas son, en el fondo, la esperanza puesta en la posibilidad de que se conviertan en bellos árboles.