Aunque tenía problemas de visión, comenzó a pintar a temprana edad. Alí Zapata intentó estudiar biología y sociología en la Universidad de Oriente, pero su camino estaba en la pintura y la docencia. Lo supo luego de una suplencia a un profesor de dibujo técnico: durante casi tres décadas estuvo en las aulas. Cuando más tarde quedó prácticamente ciego, comenzó un recorrido de autoconocimiento.
Era una estudiante de 4to año de bachillerato cuando, maravillada ante un concierto de grandes dimensiones al que asistió en el Poliedro de Caracas, se dijo que quería ser productora. Desde entonces no ha parado: Ana María Díaz lleva 25 años siendo “la titiritera que mueve los hilos invisibles para que todo salga bien”.
Rossana Hernández creció cerca del mar, en Carúpano, bailando ballet, leyendo literatura y escuchando los consejos de su abuela. A los 16 años se instaló en Caracas para estudiar derecho, pero sabía que no ejercería esa carrera por mucho tiempo. Todo cambió cuando descubrió la magia del teatro. Actuar, dirigir y enseñar es su forma de estar en el mundo.
Las aulas no tienen que ser una burbuja. Que sus estudiantes sepan lo que les espera al graduarse es algo que siempre ha procurado Astrid Pérez Bastidas, cineasta y profesora de cine de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello. Los anima a convertirse en contadores de historias, aunque eso sea cuesta arriba en un país como Venezuela.
Claudia Salazar pensaba producir el musical Los miserables hacia el final de su carrera como productora de espectáculos en Venezuela. Sabía que ese montaje requería una estructura que no tenía. Pero un día, después de no pocos tropiezos, pensando en la finitud de la vida, se decidió a intentarlo.
Luego de que una bala perdida la alcanzara, Iraly Yanez quedó en silla de ruedas. Allí comenzó a enfrentarse a los obstáculos que depara vivir en un país que no ha adaptado su infraestructura para las personas con movilidad reducida; y pensó que la danza, eso que tanto le apasionaba, ya no era para ella. Pasó un tiempo para que se diera cuenta de que estaba equivocada.
Conforme fue descubriendo su identidad, Juan La Rosa, indígena kaketí, se hizo activista. En compañía de sus maestros, fue testigo y partícipe de la lucha por la recuperación de sus tierras ancestrales que estaban en manos de ganaderos y de empresas transnacionales. Vio muchas muertes: la del líder yukpa Sabino Romero fue una de tantas.
Con 179 publicaciones científicas, Oscar Noya fue reconocido, en 2014, con el Premio Nacional de Ciencias y, en junio de 2022, con el Premio Lorenzo Mendoza Fleury de Biología, en reconocimiento a su trayectoria. Ya tenía una carrera cuando, en 1990, recibió el testigo del doctor Arnaldo Gabaldón, su mentor.
Desde pequeña quería ser solista. Pasó por el Sistema de Orquestas de Venezuela; por academias; por la Filarmónica de Jalisco, en México; hasta que aterrizó en Madrid, en donde tuvo que tocar en la calle para sobrevivir. Carmen Zambrano es hoy una de las violinistas más buscadas en la capital española.
Primero ocultó que tenía cáncer de mama. Después, cuando no pudo seguir escondiéndolo, se negó a someterse al tratamiento de quimioterapia. Tuvo metástasis en distintas partes del cuerpo. Milagros tenía la convicción de que estaría con vida para ver a Kimberly, su única hija, graduada de médico.