Cuando estalló el Caracazo, el 27 de febrero de 1989, Jorge Gómez Jiménez tenía 17 años y recién comenzaba su carrera de Letras en la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas. Ese día se vio de pronto sin comida y atrapado en una ciudad revuelta que no era la suya. Tres décadas después, cuenta lo que vivió durante aquellas horas.
Cuando estallaron los disturbios del 27 de febrero de 1989, Lucas García París, de 15 años de edad, estaba en una clase de 4to año de bachillerato. En este relato pone en orden sus recuerdos de aquel día que marcó un hito en la historia contemporánea venezolana.
Ricardo Cie migró a Guatemala con la esperanza de trabajar para poder llevarse consigo a su esposa e hijo. Luego de dos años en ese país, en los que tuvo no pocos tropiezos, no se había estabilizado económicamente, así que decidió regresar a Venezuela. Pero apenas compró el boleto de retorno sufrió un infarto.
Mariángel Pérez es enfermera instrumentista. Luego de años ejerciendo en el Hospital Adolfo Prince Lara y en clínicas de Carabobo, en el centro norte de Venezuela, renunció a su profesión con mucho pesar. Ahora trabaja como pescadora en Puerto Cabello.
La tía, católica, severa pero afable, se esmeraba en consentir a su sobrina, hija de padres comunistas y ateos. Era la Maracay de los años 80, una década en la que la felicidad —eso de lo que poco se hablaba en esa familia— se apagó. Aquella sobrina es la periodista Celina Carquez, y en este relato pone en orden sus recuerdos sobre ese momento de su vida.
Salieron de Venezuela, el 26 de julio de 2017, rumbo a Uruguay. Ella iba embarazada de siete meses. Él, preocupado porque tenían poco dinero para ese largo viaje por carretera. En Montevideo se reencontrarían con su amigo Jan Queretz, quien dos días antes se había dirigido hacia ese mismo destino. Pero hay veces que los planes toman virajes inesperados y, entre tanto, la vida se abre paso. Con esta historia, finalista en la 3era edición del concurso Lo Mejor de Nos, nos despedimos hasta 2021.
En La Cañada de Urdaneta, en el estado Zulia, los vecinos acostumbraban salir al frente de las casas a celebrar, a conversar. Las pintaban cada diciembre. Pero hoy aguardan sigilosos esperando la extorsión o la muerte de maridos y de hijos, en manos de los delincuentes o los policías por igual. Carla, una de las vecinas, lo cuenta en esta historia.
Sudeban bloqueó las cuentas bancarias de Alimenta la Solidaridad, organización que mantiene 239 comedores en 14 estados del país, en los cuales comen a diario 25 mil niños en situación de riesgo. “Mi sonrisa, Mi esperanza” es uno de los 40 que funcionan en Petare, el barrio más grande de América Latina.
Marimar vive con sus morochos de 11 años y un nieto de 10 meses en Las Bateas de Maurica, un caserío cercano a Barcelona, la capital del estado Anzoátegui, en el oriente venezolano. Con frecuencia se levanta por la mañana sin tener certeza de si comerán algo durante el día.ía.
Unos niños hambrientos en un salón de clases. Familias indígenas de Delta Amacuro, en el extremo este de Venezuela, que solo comen mangos para rendir la poca comida que tienen. Una pandemia que llega para complicar lo que ya era complicado. Arlys Obdola convirtió su negocio en un programa que intenta paliar la crisis alimentaria que atraviesa el país.