Sin la posibilidad de comer adecuadamente y mantener el tratamiento farmacológico que le indicaron para la rectocolitis ulcerosa que padecía, Lisset Páez Soto se fue a Colombia, junto a su esposo, de donde él había migrado a Venezuela décadas atrás. Allá, estabilizada, inició un negocio y se dedicó a ayudar a migrantes como ella. Una noche, el fuego pareció volver todo cenizas.