El placer de vivir de lo que le gusta

Era una estudiante de 4to año de bachillerato cuando, maravillada ante un concierto de grandes dimensiones al que asistió en el Poliedro de Caracas, se dijo que quería ser productora. Desde entonces no ha parado: Ana María Díaz lleva 25 años siendo “la titiritera que mueve los hilos invisibles para que todo salga bien”. 

La persistencia se llama la obra

Rossana Hernández creció cerca del mar, en Carúpano, bailando ballet, leyendo literatura y escuchando los consejos de su abuela. A los 16 años se instaló en Caracas para estudiar derecho, pero sabía que no ejercería esa carrera por mucho tiempo. Todo cambió cuando descubrió la magia del teatro. Actuar, dirigir y enseñar es su forma de estar en el mundo.

Algo que encendía también su corazón

Las aulas no tienen que ser una burbuja. Que sus estudiantes sepan lo que les espera al graduarse es algo que siempre ha procurado Astrid Pérez Bastidas, cineasta y profesora de cine de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello. Los anima a convertirse en contadores de historias, aunque eso sea cuesta arriba en un país como Venezuela. 

Como hace décadas en el Imperial Theatre

Claudia Salazar pensaba producir el musical Los miserables hacia el final de su carrera como productora de espectáculos en Venezuela. Sabía que ese montaje requería una estructura que no tenía. Pero un día, después de no pocos tropiezos, pensando en la finitud de la vida, se decidió a intentarlo.

La clase que recibí en esa guardia

Según un estudio de la Asociación Venezolana para la Educación Sexual Alternativa (Avesa), en 2019 se realizaron aproximadamente 15 abortos clandestinos por día en Venezuela. Ese mismo año, en un hospital del oriente de Venezuela, mientras cursaba la materia de ginecología y obstetricia, Jennifer Rodas aprendió más sobre el aborto que en el resto de la carrera de medicina.

Se pondría zapatillas así sea para las fotos

Luego de que una bala perdida la alcanzara, Iraly Yanez quedó en silla de ruedas. Allí comenzó a enfrentarse a los obstáculos que depara vivir en un país que no ha adaptado su infraestructura para las personas con movilidad reducida; y pensó que la danza, eso que tanto le apasionaba, ya no era para ella. Pasó un tiempo para que se diera cuenta de que estaba equivocada.

Comprendió que la ciencia también puede ser un milagro

Un día, Marlyn Puerta dejó de ser una aprendiz de Bioanálisis en un hospital de Caracas para convertirse en la familiar de una paciente con un derrame pleural. Tras muchos exámenes, los médicos no daban con un diagnóstico claro. Entonces perdió la fe.

Me pregunto qué habrá sido de él

En la Casa de Madera de El Peñón, atendiendo pacientes con enfermedades mentales, mientras cursaba el postgrado en psiquiatría, Erika Flores se sentía afortunada porque aprendía mucho sobre la condición humana. Y eso ya era así antes de que un paciente esquizofrénico le ofreciera fortuna. No dejó de pensar en él, ni en ese momento, ni ahora, casi 15 años después.

Solo seguir una tierra, una carne y una sangre

Conforme fue descubriendo su identidad, Juan La Rosa, indígena kaketí,  se hizo activista. En compañía de sus maestros, fue testigo y partícipe de la lucha por la recuperación de sus tierras ancestrales que estaban en manos de ganaderos y de empresas transnacionales. Vio muchas muertes: la del líder yukpa Sabino Romero fue una de tantas.

#ESCAZÚYA

Esta campaña es parte de Rostros y luchas de la Venezuela profunda, un proyecto de Odevida y Sinergia, en alianza con La Vida de Nos. 

Todavía le queda una promesa pendiente

Con 179 publicaciones científicas, Oscar Noya fue reconocido, en 2014, con el Premio Nacional de Ciencias y, en junio de 2022, con el Premio Lorenzo Mendoza Fleury de Biología, en reconocimiento a su trayectoria. Ya tenía una carrera cuando, en 1990, recibió el testigo del doctor Arnaldo Gabaldón, su mentor.

El pueblo wayúu ahora habla de derechos humanos

José David González era adolescente cuando comenzó a participar en actividades de la iglesia católica en la parroquia San José de Paraguaipoa, en el estado Zulia, junto a misioneros de la Consolata. Allí comenzó a preocuparse por los problemas de su comunidad. Y entendió que exigir que fueran solucionados no estaba reñido con el evangelio.

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