Durante una estancia en Barcelona, una escritora hizo las veces de cuidadora de una señora venezolana cuya hija migrante tuvo que arrancársela del corazón para enviarla de vuelta a Caracas. La autora supo de una vida atormentada por el temor a los «abusadores», pero también la historia de una pintora extraviada en los laberintos de su recuerdo.
Amo la palabra y no encuentro otra razón para justificar esta pasión. Por eso estudié Letras. Gente de signos (2018) se titula mi opera prima de relatos. Entre la narración y la poesía, quiero seguir admirando y recodificando el mundo.