Fernanda Espinasa migró en 2014. Aunque evitaba reencontrarse con Venezuela, lo hizo finalmente para cumplir con el deseo de su padre de que sus cenizas descansaran en el Ávila, la enorme montaña que separa a Caracas del mar. Fue un viaje físico y emocional que le permitió ahondar en sus raíces.
Era muy pequeño todavía cuando un sacerdote le dijo que, aunque no todos éramos buenos para todo, siempre seríamos bueno para algo. La frase quedó resonando en la mente de Rongny Sotillo, quien, a lo largo de su vida, se dedicó a descubrir para qué era bueno él.
Nunca había vivido con su padre. De él, Ariadna García solo sabía que era violento y que, de tanto en tanto, mandaba dinero para la casa en Yaracuy, en el noroccidente venezolano, donde ella vivía con su madre y su abuela.
Esta historia transcurre en una de las llamadas “zonas de paz”: lugares en los que la policía no puede entrar a cambio de que las bandas delictivas que allí operan no cometan crímenes.
Al llegar a España, a donde migró al terminar su carrera de letras, José Miguel Ferrer tuvo la ilusión de volver a escribir y así reencontrarse con su vocación de escritor.
El bebé nació a los ocho meses de gestación. A las tres horas, la doctora informó que tenía síndrome de Down. Desde entonces, sus padres se propusieron brindarle la mejor atención para que fuera un niño feliz. A ello se dedicaron.
A 10 meses de haber migrado a Perú, recibió la noticia de que su madre de crianza había fallecido en Caracas. Desde entonces ha estado al pendiente de sus abuelos, a quienes les ha tocado sortear dificultades en medio de una crisis económica cada vez más acentuada. Por las noches, Pierina Sora le pide a Dios que pronto pueda reencontrarse con ellos.
De niño, Diego Salinas solía ir al kiosco más cercano a su casa a hacerle mandados a su madre. Así, poco a poco, se hizo amigo de Antonia, la dueña, una española que había llegado a Venezuela hacía un tiempo, y que parecía tener mal carácter. Un día, al volver del colegio, se enteró de que ella tenía cáncer. Entonces comenzó a comprender lo importante que era su vida para él. Esta historia resultó finalista de la 4ta edición del Premio Lo Mejor de Nos.
Durante años, Nora se dedicó a darles clases particulares de física, química, matemática e inglés a los jóvenes de su comunidad, en Carúpano, estado Sucre. Entre sus alumnos tuvo a los hijos de Zoila Hernández. Cuando estos se graduaron, dejaron de tener noticias de Nora, hasta que, tiempo después, Zoila volvió a su casa para tenderle una mano.
En 2018, la poeta venezolana
Jacqueline Goldberg viajó a Estados Unidos para participar, como escritora residente, en el Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa. En ese viaje, con la esperanza de precisar el origen de la distonía mioclónica que padece, tuvo la oportunidad de hacerse un examen genético que en Venezuela no había podido practicarse. Sobre esa experiencia escribió esta historia, el epílogo a su libro El cuarto de los temblores.