Según un estudio de la Asociación Venezolana para la Educación Sexual Alternativa (Avesa), en 2019 se realizaron aproximadamente 15 abortos clandestinos por día en Venezuela. Ese mismo año, en un hospital del oriente de Venezuela, mientras cursaba la materia de ginecología y obstetricia, Jennifer Rodas aprendió más sobre el aborto que en el resto de la carrera de medicina.
Un día, Marlyn Puerta dejó de ser una aprendiz de Bioanálisis en un hospital de Caracas para convertirse en la familiar de una paciente con un derrame pleural. Tras muchos exámenes, los médicos no daban con un diagnóstico claro. Entonces perdió la fe.
En la Casa de Madera de El Peñón, atendiendo pacientes con enfermedades mentales, mientras cursaba el postgrado en psiquiatría, Erika Flores se sentía afortunada porque aprendía mucho sobre la condición humana. Y eso ya era así antes de que un paciente esquizofrénico le ofreciera fortuna. No dejó de pensar en él, ni en ese momento, ni ahora, casi 15 años después.
Óscar salió de Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet y llegó a Caracas tratando de encontrar la estabilidad económica que allá era un imposible. Logró sentirse venezolano. Décadas después, cuando darle de comer a sus hijos era algo incierto, comenzó a pensar en devolverse a su país. Pedro Luis Flores, su amigo, cuenta su historia.
Observando las expresiones de sus pacientes y escuchándolos con detenimiento, Berta Rojas, especialista en medicina familiar, logra encontrar información valiosa sobre quienes acuden a su consulta. Es lo que le ocurrió con Marisela, una mujer maltratada que padecía de hipertensión, pero que necesitaba más que medicamentos y diagnósticos.
A veces, a los médicos no les queda más que acompañar a los enfermos en sus últimas horas y procurar que, incluso hasta el último aliento, tenga calidad de vida. La doctora Rita Antonini, que siempre tuvo miedo a la muerte, no podía entenderlo. Pero luego de mucho tiempo lo aprendió con alguien que no era su paciente.
Una vida, incluso vista a través de un microscopio, es más que células. A través de ese portaobjetos se puede apreciar una historia, un futuro, una sonrisa. Solo hay que detenerse para ir más allá de la tecnología. De eso se hizo consciente la bioanalista Marlyn Puerta, apenas comenzaba su carrera, cuando conoció a Bárbara, la protagonista de este relato.
Después de 10 años ejerciendo como médico, la doctora Carolina Medina dio con una especialidad que le interesó: la medicina integral, una rama que estudia cómo el cuerpo, la mente, las emociones y el espíritu pueden influir en la sanación de un paciente. Liliana de Sandoval, una paciente con cáncer terminal, fue su maestra. Con ella supo que estaba en el camino correcto.
Para María Eugenia Seijas su padre era una suerte de héroe: un hombre atlético, un corredor disciplinado, un lector voraz que podía con todo. Pero un día se enteraron de que tenía cáncer. Un cáncer que estaba siendo letal.
En el 10mo semestre de la carrera de medicina, a Jennifer Rudas le tocó cumplir una guardia en el servicio de ginecología y obstetricia de un hospital del oriente de Venezuela. Allí, una noche, llegó una mujer embarazada a punto de dar a luz. Pero apenas tenía 20 semanas de gestación, es decir, apenas unos 5 meses.