A diario, el fotógrafo Iván Ocando Urdaneta se enfrenta al deterioro de los servicios públicos en Maracaibo, la ciudad en la que nació hace 28 años. Quizá como una forma de sobrellevar el descalabro, se empeña en registrarlo todo con su cámara. En esta última entrega de la serie fotográfica La vida que se evapora, muestra lo tortuoso que es trasladarse en transporte público en la segunda ciudad más importante del país.
Fotografías: Iván Ocando Urdaneta
A los 12 años abrí la caja de Pandora que para mí representa el transporte público en cada comunidad de Maracaibo, la ciudad en la que nací y en la que vivo desde hace 28 años. Y que me he dedicado a buscar en sus rincones menos visibles.
A través del transporte público uno descubre lo que está detrás de las postales clásicas que nos venden las ciudades. Se recorren sus venas, se penetra la epidermis urbana. Entramos en su corazón. El corazón de las ciudades, que siempre late, inadvertido y, muchas veces invisible, a la mirada de los transeúntes que, en medio de sus rutinas, no tienen tiempo de detenerse a oírlo latir.
¿Cómo podrían escucharlo? Si las cornetas, los gritos, las quejas, los “dale” y “aguanta” son los acordes que marcan sus compases y amenizan mis recorridos.
En general, los pasajeros siempre buscan la forma de distraer la mente. Tratan de no sentir al desconocido de turno, que se acerca demasiado para poder salir, secando su sudor en tu espalda.
Vamos automáticos, sin querer involucrarnos con nuestro entorno, desconfiando de todo y de todos. Aunque a veces, solo a veces, los días se chispean de color con algún “buenos días” y una sonrisa, que rompen el patrón común del que camina cabizbajo, como queriendo alejarse del contacto con el otro.
Nos hemos entregado a una fase zombie. No pensamos, no nos involucramos, el objetivo claro es alcanzar el transporte que nos llevará a nuestro destino.
Así nunca lleguemos, después de todo, a ninguna parte.
Entregas anteriores:
En la penumbra de un calor que no da tregua
¿Nos tomas fotos porque damos lástima?
Esta historia fue producida dentro del programa La vida de nos Itinerante, que se desarrolla a partir de talleres de narración de historias reales para periodistas, activistas de Derechos Humanos y fotógrafos de 16 estados de Venezuela.